jueves, 12 de junio de 2008

Introducción a Platón



Introducción


Platón es el único filósofo de la Grecia Clásica cuya obra nos ha llegado íntegramente.
El esquema tradicional señala un orden cronológico de composición dividido en tres etapas: una etapa de juventud, una de madurez y una de vejez; aunque no se haya llegado todavía a una determinación clara sobre qué diálogos integran cada etapa.
De modo general podemos decir que la etapa de juventud suele ser situada luego de la muerte de Sócrates. Los escritos que sin duda son posteriores al juicio y muerte de Sócrates (399 a.C.) son Apología, Critón y Eutifrón, aunque muy probablemente esos diálogos hayan sido precedidos por el Ion, Hipias menor, Laques, Lisis y Cármides. En una etapa de transición encontramos a diálogos como Menón y Eutidemo, donde se comienza a ver un giro temático fundamental que es en donde centraremos luego nuestros análisis.
El viaje a Sicilia de Platón, tras el cual se fundó su Academia, separa de algún modo los diálogos juveniles de los de madurez. En esta etapa se sitúan sin duda el Fedón, Banquete, República y la Carta VII. El Fedro, pertenece a esta etapa por su estilo y temática, pero presenta algunos conceptos que son desarrollados en la vejez, por lo que puede ser visto como un escrito limítrofe entre ambas etapas, junto a el Teeteto y Parménides.
Los diálogos tardíos, de vejez o críticos disfrutan de un mayor consenso en cuanto a su cronología, se incluyen aquí a Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias y Leyes. En estos diálogo, Platón hace un critica o revisión de su filosofía.

En sus diálogos Platón hace hablar a quien fue su maestro: Sócrates. Esto plantea la dificultad de definir hasta que punto lo que Platón hace decir a Sócrates corresponde con el pensamiento del Sócrates histórico y en qué medida es pura invención platónica. Aun así, Sócrates es el interlocutor principal de todos los diálogos de Platón, siendo este el mayor homenaje de un alumno a su maestro.
· Aunque la duda sobre la autoría de las ideas socráticas y platónicas tal vez sea insoslayable, es común decir que en los diálogos juveniles se observa una predominancia de temas socráticos. Esto quiere decir que, en los diálogos de juventud, se desarrolla una temática basada en conceptualizar virtudes éticas - como la valentía, o la justicia - e intentar definir en ellas lo universal, por ejemplo definir qué es lo bello, es decir, qué hace bellas a todas las cosas bellas del mundo.
En palabras de Rodolfo Mondolfo, “se trata de una exigencia que Sócrates generalmente no llega a satisfacer”. La mayoría de los diálogos de esta etapa concluyen aporéticamente, es decir, dando una definición negativa, en el sentido que se definen los conceptos éticos a partir de lo que no son pero sin llegar a una definición concreta. Otros autores dirán más bien que los diálogos sólo aparentemente son aporéticos ya que, en realidad, en estos se incita a la búsqueda profunda de la definición que sí está esbozada allí.

· En el paso a los diálogos de madurez hay una diferencia temática fundamental: se irá introduciendo el tema del conocimiento, dando comienzo con este al desarrollo platónico mas esencial: la teoría de las ideas y la teoría de los dos mundos, que es el tema en que vamos a explayarnos más profundamente.


El Conocimiento en Platón

Lo primero que debemos poner de manifiesto es que Platón está convencido de que el conocimiento verdadero no puede referirse a lo que cambia ni a lo múltiple sino a lo permanente, a lo uno. Lo invariable y uno había sido buscado en Sócrates en los universales o conceptos morales, y desarrollados por Platón en los diálogos de juventud. A partir del diálogo Menón, Platón intentará ocuparse de temas que su maestro no había tratado:
- por un lado, aclarar cuál es el status ontológico o el modo de ser de los conceptos - que Platón llamará Ideas o Cosas en sí;
- por otro lado, tomar el tema en su totalidad, es decir, clarificar todos los dominios de las Ideas, yendo mas allá de los conceptos éticos-morales, para indagar sobre ideas más amplias, como las ideas matemáticas o metafísicas por ejemplo.

Platón parte de la diferencia entre conocimiento sensible y ciencia, proponiendo que:
El conocimiento sensible, es falsamente llamado conocimiento, pues debería llamarse opinión (dóxa), ya que al basarse en el material que los sentidos proporcionan es siempre mudable, confuso, y hasta contradictorio; por tanto, puede inducirnos a error y no nos permite edificar algo duradero.
El verdadero conocimiento, o ciencia, deberá ser de especie totalmente diferente del que aportan los sentidos, deberá ser constante, riguroso y permanente. El verdadero conocimiento deberá referirse a lo que realmente es y dar fundamentos de ello.
Platón está convencido de que hay un conocimiento objetivo, válido necesario y universal, este (según lo aprendió de su maestro Sócrates) es el conocimiento que nos proporcionan los conceptos, las esencias, lo que permanece eternamente ante el cambio de las “realidades” sensibles.

Teoría de los dos mundos

En el diálogo de madurez Fedón, Platón propone que, para encontrar lo permanente e inmutable, que es la fuente del conocimiento verdadero y que, como tal, no puede ser hallado en el mundo de lo sensible (es decir, no podemos percibirlo por nuestros sentidos), es necesario que exista otro mundo, el mundo de las Ideas o mundo inteligible, del que el mundo sensible no es mas que copia o imitación.

Si buscamos la etimología de la palabra Idea, vamos a encontrar que esta proviene del verbo griego eí1dw, que significa hacerse visible, mostrarse. Así, ei3doç (idea) sería lo que se nos hace visible, lo que se nos muestra. Pero esta figura se nos hace visible no al aspecto sensible, sino bajo un aspecto puramente intelectual; el ei3doç platónico solo se alcanza con la razón, se trata de un aspecto inteligible. Esto determina una característica esencial de la teoría platónica de las ideas: las ideas son algo real y pueden ser captadas, son cosas metafísicamente reales, aún más reales que las cosas que captamos por los sentidos externos, puesto que las cosas del mundo sensible, dirá Platón, son copias de las Ideas en sí y por tanto, tienen una existencia o un grado de ser inferior.
Las cosas del mundo sensible aspiran a ser como las Ideas en sí, pero en el fondo siempre les falta algo para serlo plenamente, nunca llegan a ser como las Ideas a las que tratan de imitar. Las cosas sensibles constituyen una mezcla de ser y no ser porque nunca llegan a ser plenamente. Sin embargo, a diferencia de lo que defendía Parménides – que anulaba la multiplicidad y el cambio del mundo sensible, proponiendo que esto equivalía a la nada - Platón no niega toda la realidad de las cosas físicas o perceptibles: el Mundo de las cosas sensibles tiene ser pero no un ser perfecto ni genuino como el que poseen las Ideas en sí. Entre el no-ser y el ser pleno (las ideas) se intercala el mundo del devenir, el de las cosas sensibles que son en tanto que participan de las Ideas y no son en tanto que no son las Ideas mismas.
Las cosas sensibles son contradictorias, cambiantes e imperfectas, mientras que las ideas son idénticas, inmutables y perfectas; por ende, las cosas sensibles y las ideas representan dos órdenes de cosas, dos modos del ser totalmente diferentes. Pero, aun siendo de diferentes ordenes, hay entre ellos una relación de semejanza, copia o imitación. Las cosas del mundo sensible tienen realidad en la medida en que en ellas de alguna manera se realizan o concretizan en entidades universales o Ideas. Por ejemplo, se dice que un acto es justo en la medida en que ese acto es participado por la idea de justicia en sí, esta idea es la que hace que el acto sea justo. El acto justo imita a la idea de justicia y de allí le viene su semejanza con esta.
Pero, en este sentido, como en el mundo sensible solo podemos advertir cosas que son perceptibles por nuestros sentidos, es necesario que a las Ideas, que solo son perceptibles por nuestra razón o inteligencia, las hayamos conocido antes de venir a este mundo. Se plantea aquí la “teoría de la reminiscencia”: Platón propone que antes de nacer el alma del hombre habitó el mundo de las Ideas, donde las contempló y conoció en su totalidad, pero, al venir a este mundo y ocupar un cuerpo, el hombre atraviesa un río – el Leteo – el río del olvido. Al atravesarlo, el saber de las esencias, de las Ideas permanentes e inmutables, se le olvida, aunque quedan latentes, de manera que cada vez que vea cosas sensibles que participan de esas Ideas que él conocía, él recuerda en algo las Ideas olvidadas. Así, en Platón “aprender es recordar”.
Recapitulando. Para Platón existen dos mundos u órdenes del ser, un mundo perceptible por los sentidos corporales, el mundo sensible; y otro mundo inteligible que se percibe solo a través de la razón. Estos dos mundos tienen su correlato en el conocimiento, ya que el mundo sensible funda un saber de dóxa u opinión, mientras que el mundo inteligible lleva al conocimiento propiamente dicho, el saber de la ciencia o epistéme (e1pisth’mh).

Las tres alegorías de la República


Entre los Libros VI y VII de la República se presentan tres analogías: la alegoría del Sol, la alegoría de la línea y de la caverna. Con esto descubrimos otra característica que aparece en los diálogos de madurez: el uso común de lenguaje mítico para explicar sus teorías. Cabe aclarar que, si bien hay destacados autores que hablan de “mito” de la caverna, por nuestra parte consideramos más adecuado hablar de símil u alegoría, ya que en la alegoría platónica no se presentan características religiosas - como es usual en los mitos.
Estas tres alegorías forman una unidad indisoluble, no tan solo por la identidad de estilos y por el encadenamiento de imágenes recurrentes, sino porque en las tres se presenta el mismo campo semántico, consiguiendo con esto que la teoría platónica de los dos mundos y de las ideas quede explícita y tome verdadera consistencia.


Alegoría de la línea

Casi al final del Libro VI de La República, Platón definirá concreta y precisamente las subdivisiones de los dos mundos y sus respectivos modos de conocimiento, hará esto a través de lo que se conoce como alegoría de la línea, en la que se representan las distintas zonas o grados del ser que van desde la nada hasta el ser en toda su plenitud, en paralelo a los grados del saber, que van desde la ignorancia absoluta al conocimiento pleno que es la idea del Bien.

(ver figura en: http://filosofia-antigua.blogspot.com/2008/06/alegora-de-la-lnea.html )


Nótese que los dos segmentos superiores son de mayor tamaño, ya que simboliza el mayor grado de ser (realidad) y de verdad que tiene el
mundo inteligible respecto del visible.


Relación entre los dos mundos. Al ser el Bien el fundamento de todas las demás ideas constituye a la vez el fundamento de todas las cosas sensibles ya que estas deben su ser a las ideas. Así como la idea de Bien es el fundamento ontológico, gnoseológico y teleológico de las Ideas, estas últimas lo son de las cosas sensibles.
Hay que tener en cuenta que el que los dos mundos estén separados no significa que no haya relación entre ellos: las cosas sensibles tienen su explicación, su razón de ser en la idea, entre ambos mundos se da una cierta correspondencia. El mundo Inteligible representa el modelo del sensible. Esta idea de participación o copia de las cosas sensibles a las ideas intenta ser explicada en el Parménides - diálogo de transición hacia la vejez – donde se proponen distintas alternativas para resolver el problema de en qué modo o cómo las ideas participan de las cosas; pero esta duda queda sin resolver concretamente hasta hoy. En Parménides es conocido como un diálogo aporético.


Alegoría de la Caverna

El Libro VII de la República comienza con la exposición del conocido símil de la caverna, que usa Platón como explicación alegórica de la situación en la que se encuentra el hombre respecto al conocimiento, según la teoría de los dos mundos explicada al final del Libro VI. Es decir, mediante esta alegoría de la caverna, Platón tratará de mostrar cómo el hombre comúnmente se mueve solo en el mundo de la opinión y el arduo trabajo que significará para este llegar al verdadero conocimiento. El relato platónico nos advierte explícitamente su sentido, dado que la narración se abre con estas palabras: “compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza”.
Sintéticamente, lo que aquí relata Platón es que hay una caverna subterránea en la que habitan unos hombres encadenados y prisioneros desde niños, obligados a mirar a una pared en donde se proyectan unas sombras.
Más atrás y más arriba de los prisioneros hay una tapia detrás de la cual unos hombres transportan todo tipo de cosas sobre sus cabezas, y estas, al ser iluminadas por un fuego que esta todavía más arriba, proyectan las sombras que ven los prisioneros. Así, estos prisioneros no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados y los sonidos que puedan escuchar de los hombres que están transportándolos, aunque los prisioneros creerán que son las sombras las que les hablan.
Ahora bien, ¿qué sucedería si uno de estos prisioneros es liberado? Con gran esfuerzo se levantaría e intentaría mirar a su alrededor, aun sin comprender que esta viendo cosas mas reales que las sombras que antes veía. Este hombre estaría perplejo al entender que lo que antes había observado no era la verdadera realidad sino una verdad de sombras.
El prisionero liberado con gran dolor comenzaría a caminar, a acercarse a los hombres que están detrás del muro, la luz del fuego lo cegaría ya que estaba acostumbrado a la penumbra
Luego sería arrastrado fuera de la caverna contra su propia voluntad, puesto que subir la pendiente y acostumbrarse a la luz implicaría un gran sufrimiento y esfuerzo para él.
Al salir de la caverna, gradualmente se irá acostumbrando a la luz del sol. Lo que el prisionero vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en el agua, y más tarde, los objetos mismos. Después de esto le sería más fácil contemplar de noche el cielo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna. Por último, vería el sol, tal cual es en sí mismo.
Después de esto, deduciría que el sol es el que produce las estaciones y los años y gobierna todo en el mundo visible, y que es, en cierto modo, el creador de todas aquellas cosas que ve. Finalmente, el liberado se sentirá feliz por haber descubierto lo verdaderamente real, y se compadecerá de sus compañeros que aún siguen prisioneros, querrá compartir con ellos la alegría del mundo descubierto. Así, volverá a rescatar a sus compañeros, aún temiendo que estos lo crean loco e intenten matarlo.

Si bien hay innumerables interpretaciones de esta alegoría de Platón, considero que de manera general y mas ajustada al propósito de texto platónico, y como él mismo lo explicita en la República, con el ascenso al mundo de arriba (la salida de la caverna) y a la contemplación de las cosas del mundo, se refiere con la ascensión del alma al mundo inteligible y la contemplación de las ideas.
Platón se vale del símil de la caverna para ejemplificar y explicar la alegoría de la línea, mostrando así que ambos tienen una estructura análoga, es decir, los elementos figurativos de la caverna tienen su correlato y su interpretación en la alegoría de la línea. Por ejemplo, el sol que en el mundo visible produce la luz y hace ser a las cosas, representa la idea del Bien y es la que en el mundo inteligible produce la verdad y el puro conocimiento. Por el contrario, los prisioneros de la caverna, que solo ven sombras, tienen un conocimiento falso, su saber es también un saber de sombras, de apariencias, no conocen la verdadera realidad, es decir, no conocen el mundo inteligible.
En lo que quisiera hacer hincapié es en el retorno del liberado a la caverna, que vuelve para alertar a sus compañeros; para Platón esta es la tarea del filosofo: la filosofía si bien es el resultado de una experiencia personal, de una ascensión al mundo de las ideas, también es una experiencia que llama a ser compartida y es por esto que el filosofo como el prisionero liberado, una vez que ha adquirido el verdadero conocimiento busca transmitirlo. El filósofo no se contenta con una mera contemplación intelectual, sino que ese conocimiento debe servir para conservar y estructurar la vida. Como su maestro Sócrates, Platón no se conforma con contemplar la esencia de las cosas, sino que quiere crear el bien.

Bibliografía

- Apuntes de clases teóricas y prácticas de las materias de la carrera de Filosofía: Introducción a la Filosofía (2004) e Historia de la Filosofía Antigua (2005). UNT.
- Carpio Adolfo, Principios de Filosofía. Capitulo “El Mundo de las Ideas – Platón”. Buenos Aires. Ed. Glauco. 2003.
- Eggers Lan Conrado, “La Filosofía de Platón” en García Gual, C. (editor), Historia de la Filosofia Antigua. Madrid. Ed. Trotta. 1997.
- Jaeger Werner, Paideia: los ideales de la cultura griega. Libro III, Capitulo “Platón y la posteridad”. Buenos Aires. Ed. Fondo de Cultura Económica. 1993.
- Platón, “La República” (Libros V, VI y VII) y “Fedón” en Obras completas, traducción de José Antonio Miguez. Madrid. Ed. Aguilar.1972.
- Sitio en Internet: www.webdianoia.com
- Quiñónez Blanca, Historia de la Filosofía Antigua (selección de textos). Tucumán. Instituto de Estudios Clásicos Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional de Tucumán. 2004.

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